La rutina no es un simple ejercicio diario, es un instante sin tiempo donde se sintoniza con una particular experiencia, existe una cierta poesía en eso, que no se logra percibir si todo resulta mecánico.
Uno es parte de la experiencia, debe involucrarse íntimamente en ella, no ser alguien que la experimenta, ser la experiencia misma, vivirla desde ahí, y confundirse en todo aquello.
Entonces nada se percibe ajeno, somos la sensación de un registro, somos fuerza, movimiento y esa inconmensurable plenitud del espacio interno, que se expresa en un lenguaje nuevo, sutil, casi inasible, conmovedoramente cierto.