4 abr 2015


El Espíritu de las Cosas



Antiguamente, una gran cantidad de aquellos pueblos humanos que habitaban este mundo, creían que cada cosa poseía un espíritu.
Asi, todo lo percibido, era considerado como una entidad viva, incluso el aire, que se lo asociaba como elemento vital.

Podemos observar como a través del tiempo, diversas culturas representaron un principio universal que se expresaba tras la apariencia de todas las cosas, otorgándoles rasgos y características definidas a las que llamaron virtudes, espíritu o esencia fundamental, como manifestación de lo Sagrado.
Existía una lógica simbólica, ya que este era el modo en que se interpretaba la realidad, el espíritu vivía en los objetos comunes, y estos eran de su devoción, porque entendían que esta sacralidad formaba parte de su vida terrena. Todo lo que conformaba la realidad tenía su esencia en otro espacio, entonces cada cosa era un puente hacia él. De lo que se hacía y como era hecho dependía una transformación en los dos planos.
Aquí se observa una intención manifiesta como arquetipo de lo creado. Este poder ver conciencia en el mundo, pone al ser en un nivel de relación con su propia conciencia, revelando otros significados, para la comprensión humana.

En niveles más internos... en niveles más internos del ser humano en su reflexión y en su meditación, el ser humano se percibe como manifestación de lo divino. Observa lo divino como surgiendo en todo aquello que sea conciencia. Lo divino en los niveles superiores de la conciencia animal. Lo divino altamente manifestado en los niveles superiores de la conciencia humana. Ese desarrollo de lo divino en distintos niveles no es un acaso, no es algo fortuito. Es lo que explica el sentido de la historia, es lo que explica el sentido de todas las cosas, la historia o las cosas no tienen sentido sin esa entidad que se va desplegando y manifestando de un modo cada vez más consciente. Silo Apertura y objetivos de Escuela - Julio de 1975.

El mundo se actualiza a cada instante, una fuerza natural subyace detrás de cada suceso y así la vida evoluciona incansablemente, manifestándose en todas sus formas. De menor a mayor complejidad, muchos tipos de conciencia también se desarrollan en el mundo, en un lento e interminable proceso.

Asi formas, texturas, colores, niveles de densidad, etc. aportan las características esenciales de cada cosa, aquello que los hace necesariamente de una manera particular, y les confiere una virtud especifica, contribuyendo a una suerte de sincronismo conjunto que solo puede entenderse desde una mirada que abrace, el gran universo heterogéneo, que concentra toda forma de vida.
Podría citarse cientos de ejemplos que radican en este tipo de creencias, estas eran transmitidas de una generación a otra, y validadas por sus propias experiencias. Es así como la magia impregnaba el mundo de los pueblos antiguos, en todo hallaban las cualidades de un espíritu, evidenciándose de un modo particular que le era propio y lo distinguía de los demás. Se lo veneraba o temía, pero nunca se lo consideraba ajeno a sus propias vidas, ya que eran afectadas por sus influencias, tanto en los quehaceres cotidianos como en otros espacios de su tiempo, dedicados a las ceremonias, o rituales religiosos.

“Desde muy antiguo se han usado procedimientos para elevar el nivel de conciencia con experiencias, para ir más allá del sistema habitual de trabajo de la conciencia, tratan de subir el nivel y lograr experiencias no habituales, de cosas excepcionales. Del mismo modo que la de la evolución de las plantas y animales y la transformación biológica, evolutiva del ser humano. Eso en la conciencia va. Es la participación de alguien en su propio proceso que no tiene que ver con el simple desarrollo histórico ya mencionado. Es una injerencia y direccionamiento del propio sujeto en el desarrollo del propio proceso.” Silo.

Todo, hasta aquello que parece inerte posee vida, cambia se modifica y transforma. Es que en realidad no vemos “cosas”, sino instancias de un extenso universo de procesos. Si tomamos cualquier objeto e imaginamos su propia historicidad, como aquello que fue, lo que es y lo que luego será, veremos que éste es realmente un proceso del que solo apreciamos un determinado fragmento, que sería su estado actual. Y como nosotros también formamos parte de esta transición que se desenvuelve a lo largo de la vida, se nos hace difícil apreciar las transformaciones que suceden a nuestro alrededor e incluso en nosotros mismos.

En el estado de conciencia habitual, nuestra visión del mundo es parcial y se limita a lo inmediato, el resto solo actúa como copresencia, pero en un nivel que logre elevarse por sobre nuestros intereses provisorios, prejuicios y creencias establecidas, aunque sea momentáneamente; veremos cómo aquello que observamos cobra otro significado.
Es cuestión de ensayar otro emplazamiento, del que surgirán registros que difieren de los habituales, los que necesariamente provocan cambios internos, en aras de poder ser integrados. Salir de la mecanicidad a la que estamos acostumbrados es intencional, y hasta que se logra grabar con mayor permanencia, se va pendulando entre ambas miradas.

Este ejercicio mental amplía la capacidad de “pescar” aquello que comúnmente se nos escapa, advirtiendo que cada registro nuevo se hace posible merced a un acto de conciencia que ejerzo, sino por primera vez, será de manera desacostumbrada.
Pareciera como que el mundo fuera sensible a esto, y se muestra del modo en que es observado. Si lo hacemos de manera superficial solo veo las apariencias, pero si profundizo, eso que intuyo se manifiesta en las formas que contemplo. Pero va mas allá de una traducción de impulsos, es como que el dato parcial que me llega, se completa develando un sentido distinto a lo que veo y siento en esos instantes.

La ley de estructura, concomitancia, ciclo y superación, se evidencia en toda expresión de vida, pero es distinto el haberlo aprendido como dato racionalmente interesante, a experimentarlo de hecho como real comprensión.
Cuando los contenidos de conciencia se ordenan de manera coincidente con las impresiones perceptuales que poseemos del mundo, se produce integración, porque el centro de gravedad permanece en equilibrio entre ambos. Entonces la energía utilizada en aislar contenidos se libera, permitiéndonos ampliar la conciencia hacia otros espacios del siquismo.
Esto puede constatarse de un modo empírico, habida cuenta de que en el caso de disociación se produce un abismo entre espacio interno y externo, sin importar que a sabiendas los dos formen una misma estructura.

Es que lo que observamos puede ser integrado de diferentes maneras y el entramado relacional que le da sentido a tal percepción puede diferir, según opere en él un trabajo de armado, como modo de estructuración mental.
No vemos un mundo de objetos, sino la representación que de ellos hace nuestra conciencia, como si determináramos la forma de cada pieza, en un rompecabezas capaz de armarse de mil maneras distintas.

Entonces podemos alienarnos envueltos en un mar de contradicciones con respecto a nuestro entorno, o articular contenidos que configuren una estructura donde uno y otro mundo se reflejen armoniosamente. Existe una estructuralidad universal como arquetipo para la conciencia, donde lo uno y lo otro, resultan necesariamente complementarios.

Si se concibe al mundo de esta manera, siempre que se hace algo unitivo afuera, se lo hace unitivo adentro; repercute internamente y "así es afuera como adentro". Afuera puede estar o no oscuro, pero si adentro está oscuro, afuera también lo está y no inversamente. Si esclarezco adentro esclarezco afuera y también inversamente. Quien no hace esta conversión interior, puede estar entre maestros y luminarias y permanecer tan estúpido como nunca. Quién sabe hacer esos trabajos internos, puede aprender hasta de una piedra. La conciencia en el Mundo. Silo

Cuando el espacio interno, en algún aspecto, encuentra concordancia con el campo de realidad que observo, ese algo, resuena como registro de unidad. Es que conciencia y mundo actúan en forma conjunta, y esa sinergia que se produce entre ambos es lo que va modificando nuestra actitud interna. Solo la experiencia provoca cambios verdaderos, para que el umbral establecido entre ellos se derrumbe. Porque actúa como un espejo donde unidad o desintegración se reflejan inexorablemente.

«El fenómeno de la cosa (la vivencia) no es la cosa aparente, la cosa que se halla frente a nosotros supuestamente en su propio ser. Como pertenecientes a la conexión de la conciencia, vivimos los fenómenos; como pertenecientes al mundo fenoménico, se nos ofrecen aparentes las cosas. Los fenómenos mismos no aparecen; son vividos.» Husserl.

La conciencia posee intención, y en su vocación de no sobrepasar los márgenes de la coherencia, nos muestra un mundo amigable, según nuestras propias creencias de como deben ser las cosas. El cerebro que es la interfaz entre los estímulos que nos llegan del mundo, y nuestra representación de ello, tiende a inhibir las sensaciones que no concuerdan con nuestro interés. De modo que nuestra percepción siempre esta condicionada entre estos parámetros que podríamos llamar de “normalidad”.

Esta intencionalidad de la conciencia, con el tiempo termina fijándose en un estado que podríamos denominar habitual, desde donde se trabaja con significados establecidos con antelación, lo que le otorga cierta estabilidad y dirección. Por eso es necesario un cambio de emplazamiento para elevar el nivel de trabajo que la conciencia desarrolla en base a la masa de datos perceptuales que posee.

El mapa interno ordena su sistema de registros no siempre de manera prolija, ya que muchas veces existe cierta controversia entre lo que se asume como dato fidedigno de la realidad, lo que es solo una presunción, con lo que se intuye como caracteres implícitos de las cosas que la conforman. Existe un salto cualitativo de nivel, cuando la percepción apresa esos intangibles, en principio no de forma permanente, quizás sea un instante, pero eso basta para integrar contenidos que modifican la estructuralidad de la imagen acabada que teníamos de las cosas.

La estructuración del pensar denota, muestra la concomitancia entre el fenómeno y la conciencia; es decir que, se estructuran datos perceptuales, variamos la estructuración de la conciencia; si los datos perceptuales se alejan considerablemente de la estructuración que se está llevando, se necesita una nueva estructuración y la acción que pueda tener la conciencia sobre los objetos merced al cuerpo, por ejemplo, en la conducta, la acción de la conciencia en el mundo, también modifica la posición que tienen los objetos. Fundamentos del pensar –Corfú, 1975

De manera que la determinación del pensar opera sobre la percepción del mundo y el modo en que se ordenan nuestros contenidos internos. La apercepción, por ejemplo tiende a romper esta inercia sicológica, convirtiéndome en el observador de mi propia mirada, esto amplia los márgenes perceptuales al punto de verme incluido dentro de un espacio que solo apreciaba como distante de mi.
No existe un emplazamiento fijo e inamovible, ya que por lo general este fluctúa entre la identificación o el ostracismo, lo que no nos permite advertir, que estos extremos en su justa mitad, se complementan. Permanentemente atravesamos el límite que divide un espacio del otro, cuando precisamente el límite es el lugar donde debiéramos permanecer.

Como anteriormente señalaba, existieron culturas que aprendieron a convivir, conciliando las cosas del cielo con las de la tierra, haciendo de su realidad un vínculo con los espacios sagrados, aun lo que era invisible a sus ojos, se manifestaba a su comprensión de algún modo. Dentro de esa hierofanía, todo tenía un sentido, y este guiaba sus vidas.
Hoy nuestra conciencia explora el mundo de manera fragmentada, y sus elementos aislados pierden su entidad real sacándolos de contexto. Sin embargo hasta la partícula mas diminuta de materia guarda un universo en su interior y a la vez constituye un lugar preciso en una estructura mayor que la contiene y le da razón a su existencia.
Una fuerza anima la dinámica de todo proceso, que evoluciona estuctuandose en relación a ámbitos mayores, donde la conciencia se expresa configurando la diversidad de formas, caracteres y sistemas, que interrelacionados, constituyen nuestro mundo.
El ser humano, dentro de este encuadre, sospecha, intuye, presiente que es algo mas de lo que aprendió a creer que es, entonces se van vislumbrando comprensiones, atisbos de una verdad que se evidencia transformándonos, porque el Ser y el saber se desarrollan juntos, uno modifica al otro inevitablemente.

En una piedra que en determinado medio se aglutina con otras, formando toda una montaña o es molida por el mar hasta convertirse en arena, en la rama de un árbol, en un castor y su vivienda, en cualquier ser humano hay todo un sentido. Si estamos dotados de una conciencia y perspectivas suficientes para evolucionar, vale la pena realizar el intento, vale la pena comprender, vale la pena sentirse libre y sin contradicciones, vale la pena estar en resonancia viva con todo el universo. Entonces la búsqueda del sentido no está reservada para momentos“especiales”, sino que está dentro de la vida cotidiana como una tarea permanente, una tarea llena de múltiples tareas diminutas a las que puedes ir dando un nuevo significado porque va cambiando y ampliándose tu óptica ante las cosas. Primera exposición de Religión Interior - Valdivia 1972

23 dic 2013

El reino de la otredad.


El ser humano elabora representaciones mentales, no solo de aquello que percibe, sino también, del contexto situacional que actúa en copresencia del acto perceptivo. Según el nivel en el que se realice la observación, la atención fluctúa modificando alternadamente los registros que de ella tomamos en cuenta, ya que mecánica o intencionalmente, la mirada oscila entre una visión focalizada o periférica, de mayor o menor profundidad, pero siempre influido por la subjetividad de nuestro propio emplazamiento.

                      En este estado mental ordinario, no es posible construir representaciones puras, toda representación sobrepasa al objeto, revistiéndolo de lo que preteritamente ha sido y lo que potencialmente posee en su capacidad de ser, desde esta perspectiva las representaciones son producto de la actividad elaboradora del individuo y se derivan, por tanto, del propio funcionamiento cognitivo.

Sin embargo, aunque las construcciones son definidas individualmente por cada persona, básicamente en su mayoría estas pertenecen a un entramado de significaciones establecidas socialmente, así como el lenguaje con el que nos comunicamos. Entonces mas allá del saber adquirido en base a experiencias vicarias, heredadas culturalmente, poseemos la facultad de organizar nuestros pensamientos como esquemas de conocimiento conformados por la propia vivencia, lo que sumado a lo anterior configura un estereotipo de realidad consensuada, y aceptada socialmente.

El conocimiento humano es convencional, ya que este debe ser representado, para sí o para otros, bajo algunas de las formas de significación aprendidas e integradas como algo natural. Es así que aquello que lo constituye debe ser definido de alguna manera, y como la significación que utilizamos es lineal, del mismo modo es nuestro sistema de representación en lo que respecta a la  ideación del mundo.

La expresión es un reflejo del modo de percibir aquello a lo que aludimos y si el mundo se nos aparece como una consecución de actos, cosas y sucesos aislados, entre si y de su entorno, es que no captamos el vínculo que existe entre ellos relacionalmente, y la naturaleza simultanea que en realidad posee. Todo objeto de percepción, es delineado según nuestro relativo y variable punto de vista, así aquello que consideramos un limite, podría considerarse como factor de unión entre una y otra cosa. Pero no es que todas las cosas que vemos separadas son una, sino que no existe tal separación, ya que están ligadas a su entorno.

Ninguna forma existe aisladamente, sino solo en relación con las demás, así un objeto sólo puede distinguirse en relación con el espacio que lo rodea, ya que este demarca sus límites, estableciendo la forma que le es propia. Podemos notar que las formas se manifiestan por contraste, como sonido y silencio, plano y relieve, materia y espacio, y emergen a la realidad no como opuestos sino como complementarios inseparables, interdependientes, surge el uno del otro, y sólo por gracia de la división convencional de la que nos valemos para percibir el mundo, se los puede considerar aparte.


Entonces pretender hallar homogeneidad en un paisaje tan diverso, es tan errado como creer que existe una separación en todo aquello. Todo objeto carece de naturaleza propia, de realidad independiente, ya que siempre se manifiestan con relación a otras cosas. Existe una tendencia relacional en la mirada, pero tan estrecha que solo conforma fragmentos, partes aisladas de la totalidad real. Asi es que debemos hilar las experiencias una tras otra, para darle una significación contextual a lo vivido, lo que nos da un registro lineal de los acontecimientos, acomodándolos en un espacio que denominamos tiempo.

Tal concepción es un armado práctico para la conciencia, si nuestro interés es desenvolvernos en función de cuestiones circunstanciales y adaptativas al medio, pero nos aleja de registros que en un encuadre mayor, otorgan un sentido distinto a la experiencia, no como cuestión perceptual, sino como estructuradora de la conciencia. Lo que observo es lo mismo pero se estructura de modo diferente. El entramado relacional puede diferir de una cultura a otra, porque opera en ellas un trabajo de armado que las distingue, según el modo de estructuración mental.

De ser necesario la conciencia puede modificar la estructuración de aquellos datos que aportan los sentidos, asi como el entorno puede llegar a alterar el sistema perceptual humano, ambos interactúan transformándose, gracias a la plasticidad de su interrelación permanente. Los estímulos se integran del modo en que se los traduce y esto condiciona nuestra propia manera de existir en el mundo. Vemos y clasificamos los objetos como existencias individuales, sin otra relación que su funcionalidad con respecto a nuestro interés, por lo que nos es difícil detectar que la realidad es una sucesión de procesos simultáneos que convergen transformándose a cada instante en algo diferente, y que de esta manera operan como nueva situación.

Cada elemento resulta modificado en la constante dinámica de los acontecimientos, no en su forma sino en aquellos atributos que se le confieren, pasando de ser una cosa para convertirse en otra según la instancia en la que se encuentra, aunque normalmente nuestra representación de ella permanezca siendo la que nos da la memoria como imagen cristalizada de lo que es.

                                                                                                                                 

La percepción esta íntimamente ligada al lenguaje, ya que al fin de cuentas, es de algún modo una traducción conceptual de la experiencia, la denominación en el rotulo que clasifica y califica lo dado. El universo se nos presenta como un inmenso texto poblado de signos que estimulan nuestras habilidades interpretativas, este proceso de representar la experiencia para darle significado dentro de un sistema de asociaciones, es lo que en sentido amplio se entiende por lenguaje. Establecemos un dialogo perpetuo entre conciencia y mundo, basados en estos significados, porque así como nos expresamos por medio de el, éste también es quien condiciona la forma en que interpreta nuestra mirada.


Cada palabra refleja una idea y cada idea un pensamiento, y es a través de ellos que observamos todo. No vemos las cosas como percepción sensorial, ya que cada sensación se procesa neurológicamente por separado, no es que exista un área del cerebro que contenga la imagen total de un objeto, solo es un armado subjetivo condicionado según distintas apreciaciones.  Dadas asi las cosas, la naturaleza perceptual se ve acotada por un mero reconocer en la experiencia, guardando una especie de homeostasis sicológica, que no excede de los parámetros aprendidos, como resguardo del equilibrio y estabilidad mental.


Pero no vemos objetos sino información, que es interpretada de un modo determinado por esta tendencia, con la que configuramos nuestra idea de realidad. Nuestro sentido de separatividad es un hábito creado y mantenido por medio de la experiencia y avalado pragmáticamente por la mayoría de las personas. Pero esta concepción se derrumba, si vamos mas allá del mero hecho de rendirle culto oral a la consigna de “sentirse uno con el todo” y nos situamos tras los márgenes perceptuales, desde donde nosotros mismos nos vemos incluidos, para notar entonces, que dentro de ese campo de combinaciones complejas, aislamos  deliberadamente las cosas, entendiéndolas en relación con lo que no son, como una única manera conocida de atrapar la experiencia. Cada cosa que vemos depende, para ser lo que es, de muchos factores que conforman un sistema mayor que la comprende, y todo ocurre de manera simultánea, para que asi sea.


Creamos fronteras que determinan lo que somos y lo que son las cosas, limites que según se perciba, se desplazan estrechando o expandiéndose de acuerdo a nuestra perspectiva. Este hecho solo, seria suficiente como para que notemos que no son divisiones reales, ya que varían constantemente, a pesar de darnos una sensación en apariencia estable. En el mundo manifiesto las diferencias se intensifican mientas mas identificados con la experiencia estamos, si atiendo al mundo perceptual y sus objetos, toda apreciación desde este emplazamiento estará sujeta a una suerte de concepción binaria, que necesariamente fragmenta la realidad para poder identificar aquello que la conforma.

                                                                                                                                  

Comúnmente nos encontramos frente al mundo, sin tener registro de que formamos parte de el. Somos el observador que se desplaza por el gran escenario, sin advertir que para otros somos parte de la escenografía que constituirá su propia realidad sobre aquello. Para aquel somos objeto, una presencia mas en lo que designará como paisaje externo, ajeno a su persona. Dentro de ese espacio, nuestro ser determina como sujeto y es determinado como objeto recíprocamente y todo aquello en su conjunto, es lo que constituye la dinámica perceptual, de un espacio que lo abarca todo.


Aunque exista cierta empatía con otras formas que pueblan nuestro espacio perceptual, vivimos alienados de cuanto nos rodea, solo aquello que podemos sentir como propio, nos da un registro de entidad como persona.

Amen a la dialéctica aprendida, que establece la conceptualización de un mundo material ajeno a nuestra humanidad, quedamos absueltos de procurar  cualquier intento de modificar esta óptica, ya que en ella se sustenta nuestra idea de individualidad, la que no solo nos aísla de todo lo que percibimos, sino también, a todo aquello entre si.


El mundo de la otredad se desvanece si logramos comprender que cada parte es constitutiva de un todo, que nosotros mismos estamos integrados por partes, que éstas organizadamente, conforman una unidad y tal es el registro que poseemos de nuestra persona. Lo otro, lo que consideramos externo, del mismo modo, es un factor fundamental en la configuración de una entidad mayor, que nos incluye.

Creamos divisiones constantemente, disociando una cosa de otra para analizarla y comprenderla, y en esto estriba un gran error, porque al delimitar con respecto a su entorno, al objeto de mi interés, lo abstraigo de un medio que le es naturalmente propio, y en conjunto, es lo que fundamenta su existencia. No puedo concebir acertadamente que es algo, abocándome al estudio minucioso de una de sus partes; todo lo que es, lo es en relación a otras cosas.


La separatividad es una ilusión, en cuanto es causada por la perspectiva que tenemos desde nuestra mirada habitual. Es evidente que una visión auténticamente holística o integral de la realidad deberá también ir acompañada de un nuevo tipo de conciencia que contemple el presente desde una perspectiva más abarcadora tanto para el individuo, con respecto a lo que cree de si mismo, como en su relación con el mundo.
           

25 nov 2013

La nueva revelacion del Ser


Del mundo real y el ideal: Habitualmente nuestro dialogo con la realidad es conflictivo, nunca estamos conforme con ella, no existe acuerdo entre lo que es y lo que esperamos que sea, en razón de este sutil registro, que por ser permanente pasa desapercibido, nacen las representaciones que intentan compensar aquello que consideramos carencias, de manera que nos fugamos hacia imágenes que creemos nos completaran como personas, en función de esa idea que tenemos sobre nosotros mismos. El mundo ideal y el real no coinciden, porque el primero obedece a intereses personales y el segundo es el resultado de la intencionalidad de todos. Resulta caprichoso entonces, divagar como pretexto para escapar del momento presente, ya que es el único instante de tiempo real que existe, y en el cual podemos  realizarnos. Si bien perdemos en extensión, sentiremos que ganamos en profundidad porque estaremos en relación inmediata con la vida.

Todo pensamiento es presente, trátese incluso de protenciones o retenciones, siempre se manifestaran como imágenes actuales, ocupando un espacio que no les corresponde, cuando nos perdemos en ellos, nos apartamos de la realidad que sucede en el aquí y ahora para sumergirnos en un mudo poblado de nuestros propios contenidos. Nuestro ser vive y se manifiesta en el perpetuo presente, pero permanece velado por sensaciones de un tiempo que ya no existe o de otro que jamás existirá, dos instantes que solo cobran vida como abstracciones mentales, descubrirlo y experimentarlo, significara recuperar la verdadera dimensión de quienes somos.
Los despiertos tienen un mundo en común, los dormidos cada cual el suyo.
Heráclito

 

 

2 may 2011

Humanizarnos

Nuestro mundo de relaciones es diverso y complejo, el encuentro entre dos seres debería ser una ecuación única e irrepetible, ya que convergen en ese contacto, historias, paisajes, creencias, miedos y esperanzas, similares o diferentes, lo que daría como resultado, cada vez, una experiencia particular. Descubrir en el otro, lo común a ambos, a pesar de ser distintos, establecería un punto de unión mas profundo, mas cercano a lo que esencialmente somos.
Es nuestra propia mirada, la que a todo, le encuentra significado, si solo atiende a lo externo, a lo aparente; vera lo nos diferencia, por simple contraste, pero si traspasara aquella superficialidad, advertiría una gran parte de si, en todos sus semejantes. Comunicándonos en ese nivel, llegamos al espacio donde puede producirse un relación verdadera, mas allá del mero hecho cultural de socializar,se elevaría nuestra capacidad intelectiva a una empatia, que nos permite intuir algo que se revela como sagrado, un abismo que nos une, trasgrediendo los limites que habitualmente permanecen infranqueables.
Aquello que vemos, es en gran parte reflejo de lo que somos, como podré entonces hallar fuera de mi, lo que interiormente no poseo.
Si cosifico al otro y solo advierto en el, lo funcional que podrá ser a mis propósitos, es porque antes eso lo he hecho conmigo, y ese es mi modo de relación con los demás.
Si me resulta difícil ver lo humano en el otro, es por las propias resistencias de sentirme como tal, ya que atenta contra la imagen construida y todas sus capas de personalidad.
Si humanizarnos es un proceso que nos comprende a todos, sin excepciones, lo mas coherente seria comenzar por nosotros mismos.

20 abr 2011

Conocernos

Basta observarnos unos segundos para darnos cuenta que muy rara vez lo hacemos, si fijamos la atención en nuestro cuerpo por un momento, tomaríamos conciencia de el,
de una manera que generalmente pasa desapercibida, entonces posición corporal, gestos, ademanes, movimientos motrices involuntarios, comenzarían a formar parte de la idea que tenemos sobre nosotros mismos, lo que por un lado contribuye a modificar o corregir hábitos perjudiciales o innecesarios, y por otro a conocernos mas allá de la superficial concepción que poseemos de nuestro propio ser. Si lográramos mantener la atención en estos registros, pronto lo haríamos con la manera que tenemos de hacerlo, como nos pensamos, como nos sentimos, y este seria el inicio, en parte, hacia el descubrimiento del misterio mas grande por develar ; quienes somos.

Medita en profunda búsqueda del sentido, descubre tu propio camino, devela tu mágico ser.

25 feb 2011

Lo que nos diferencia como personas, no son los roles que desempeñamos, sino la actitud con que los asumimos.